La secuencia dura un minuto y medio. Franco Saulle maneja el Peugeot 208 blanco por la calle Fernando Ochoa y dobla en la esquina de Pablo Podestá al 300, en Burzaco, donde vive junto a su familia. Detrás lo sigue un auto similar color negro, pero el joven de 19 años nunca se da cuenta. Segundos después se oye un disparo y, enseguida, los gritos estremecedores de Ariel, su papá.
“¡Franco! ¡Franco! ¡Ayuda! ¡Ayuda!”, suplica el hombre mientras intenta socorrer a su hijo, que agoniza en la vereda. Son las 18:45 del jueves 8 de agosto. Franco muere horas más tarde en la clínica Espora de Adrogué, adonde había llegado de urgencia con un balazo que le ingresó por el ojo derecho y le provocó un daño cerebral irreversible.
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Por la mecánica del hecho -lo venían siguiendo, le dispararon sin mediar palabra y no le robaron nada- y la actividad a la que se dedicaba la víctima -él mismo se definía como un “trader” de criptomonedas-, la investigación contempló inicialmente la hipótesis de un ajuste de cuentas.
Fotos en Nordelta, viajes por Estados Unidos y Qatar y una promesa de rentabilidad en el mundo financiero eran señas del perfil que Franco exhibía en su cuenta de Instagram con más de 100 mil seguidores. “Ayudo a convertirte en un inversionista exitoso a través de estrategias prácticas”, decía.
Una vida de lujos aparentemente basada en su habilidad para invertir dinero ajeno, y antecedentes como el caso de Fernando Pérez Algaba -el empresario vinculado a operaciones en moneda digital y que, antes de aparecer descuartizado, vivía amenazado por sus acreedores-, resultaban una tentación para pensar en una posible venganza.
Durante los días siguientes, las redes sociales -las de Franco, incluso- se llenaron de comentarios de desconocidos que proyectaban ese escenario y hasta justificaban el crimen: “Era un estafador”; “el que mal anda, mal acaba” y otros mensajes del mismo tenor.
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Según la investigación, Franco Saulle sufrió un robo y no se resistió: “No tuvo tiempo de nada”
Sin embargo, y contra el grueso de las especulaciones, los detectives concluyeron que se trató de un episodio más de inseguridad, de los que día a día nutren la lista de víctimas en el conurbano bonaerense: un homicidio en ocasión de robo, “descartando prácticamente cualquier otra hipótesis”, confió una fuente del caso a TN.
No fue una deuda con un acreedor temerario ni un “vuelto” lo que apagó violenta y prematuramente la vida de Franco. “Querían robarle el Peugeot 208”, mencionó el investigador, y agregó que la víctima ni siquiera se resistió: “No tuvo tiempo de nada. Creemos que el asesino se bajó del auto, tal vez vio algún movimiento de Franco y reaccionó de forma inmediata disparando. No es seguro, pero es lo que surge del análisis preliminar de algunas evidencias”.
La UFI 2 Descentralizada de Almirante Brown, a cargo del caso, había publicado previamente un comunicado en el que afirmó que no existía “ningún indicio que permita sospechar que Franco haya realizado alguna actividad al margen de la ley”. En simultáneo, pidió “sensibilidad y prudencia para evitar dar información que no fuera chequeada o confirmada, tanto para resguardar la investigación, y por toda su familia y personas que lo quieren, ya que Franco es hijo, hermano, nieto, sobrino, amigo, y todos ellos merecen sobrellevar este doloroso momento con el mayor respeto”.
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“Conocía a Franco y a su familia. Era un fenómeno, un pibe bueno”, dijo un vecino de la víctima cuando el móvil del crimen permanecía entre sombras. Y agregó que nunca observó señales que pudieran indicar que Saulle estaba en peligro: “La verdad es que jamás vimos nada raro. Nunca vimos algún auto merodeando la zona, ni media secuencia”, aseguró en diálogo con “Mediodía Noticias”, por eltrece.
Quién es el acusado de matar a Franco Saulle
Hay un detenido por el crimen: Dylan Exequiel Gómez (19 años) y a quien los investigadores señala como el tirador, la persona que asesinó a Franco. Fue arrestado en la esquina de Larroque y Avenida 12 de Octubre, en Villa Centenario, Lomas de Zamora. Se negó a declarar ante el fiscal Leonardo Kaszewski.
Los detectives llegaron a él a través del seguimiento del recorrido del Peugeot 208 negro -luego se descubrió que era robado- hasta una casa ubicada en la calle San Juan al 1800, en Glew, donde el vehículo estaba tapado con un nylon.
Tras la autorización del allanamiento, personal de la DDI de Lomas de Zamora identificó a Claudia Bercesi, de 33 años, como la propietaria del lugar. Ella fue acusada de ocultar el auto en el que se viajaban los delincuentes.
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De acuerdo a lo que declaró, Gómez -su cuñado- fue al domicilio con otros dos jóvenes y guardó el auto en su garaje. Luego, los tres se fueron.
Los investigadores buscan el rastro de los otros dos sospechosos, todavía sin identificar. La mujer quedó demorada por el delito de encubrimiento y más tarde recuperó la libertad, aunque permanece vinculada a la causa. Tanto el vehículo como su celular fueron secuestrados para los análisis de rigor.
