“Deseamos que este cumpleaños sea una señal en tu vida, que te sirva como punto de partida”, decía emocionado el exjuez de Rufino Carlos Fraticelli en la fiesta de 15 de su hija Natalia. Poco después, el 20 de mayo de 2000, la adolescente fue encontrada muerta en su cama y el caso se convirtió en un escándalo nacional.
Una seguidilla de las más diversas hipótesis se precipitaron para darle una rápida respuesta a esa muerte inexplicable. Se habló de un robo, de una posible venganza contra el juez, de suicidio y, la más extrema y llamativa, un filicidio.
Así, Fraticelli y Graciela Dieser, su esposa en ese momento y la mamá de Natalia, tuvieron que enfrentar un dolor aún mayor al de haber perdido a su hija: que los acusaran de matarla. Ambos fueron condenados a prisión perpetua por el asesinato de Natalia, estuvieron presos seis años y finalmente, tras la anulación de esa sentencia, la Justicia los absolvió.
El matrimonio recuperó la libertad en 2006, pero ya no existía una “normalidad” a la que pudieran volver. La única constante era el misterio que todavía rodeaba la muerte de su hija, Natalia Fraticelli.
El exjuez se alejó desde entonces del radar mediático. Ya no quiere recordar aquellos momentos tan dolorosos. En un breve diálogo con TN en 2021, Fraticelli expresó: “Me sostienen mi inocencia, el amor eterno hacia mi hija y la fuerza de voluntad para transitar la vida a pesar de las injusticias”.

La noche que cambió todo
La noche anterior a que la encontraran muerta, Natalia cenó con su mamá y se durmió mirando con ella la televisión. Carlos Fraticelli había regresado de madrugada a su casa, según él mismo itió más tarde, tras mantener un encuentro con su amante en un hotel alojamiento.
Graciela Dieser fue quien encontró el cuerpo de su hija cerca de las 8 de la mañana, cuando se despertó y subió a su cuarto para darle la medicación que tomaba para la epilepsia. “La puerta de la pieza de Nati estaba abierta y la luz prendida, entonces veo a mi hija que estaba con una bolsa de nailon en la cabeza hasta el mentón, que no le llegaba a cubrir la totalidad del cuello. Entonces empiezo a gritar: ‘¡Carlos, Carlos, mirá lo que le pasó a la Nati...!’ Entre los dos le sacamos la bolsa de la cabeza", declaró la madre, según consta en el expediente.
Y completó: “Vemos que tenía un pañuelo en su muñeca y Carlos se lo saca, pero fácilmente porque estaba como suelto. Cuando Carlos estaba llamando al médico por teléfono, le grito: ‘Está calentita. Está viva, está viva’. Por eso me abrazo a ella, la tapo hasta los hombros y le acomodo los pies, ya que era su costumbre dormir sacando los pies por debajo de la colcha. La abrazo, entonces al tocarla al costado del cuello y acariciándola en la cara, es que siento como que estaba calentita”.

Pero Natalia ya estaba muerta. La escena era confusa: la cortina apenas levantada, sin huellas visibles, y bolsas similares a la que cubría la cabeza esparcidas por la casa. También había un blister de pastillas, de antidepresivos, tirado al lado del cuerpo. En total, eran entre 20 y 25 pastillas que pertenecían a su abuela y todo parecía indicar que la chica se las había tomado.
El primer detalle llamativo del caso fue que, frente a semejante escenario, los padres de Natalia no llamaron a la policía, sino que se comunicaron con un médico forense, que llegó a la casa donde vivían en la calle San Juan 340 una media hora después. El diagnóstico del profesional fue que la adolescente llevaba varias horas muerta cuando la encontraron.
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Los padres, bajo sospecha
Las conclusiones preliminares de los forenses tampoco advirtieron signos de violencia en el cuerpo mientras que por las calles de Rufino cada vez se hacía más fuerte el rumor de que la pareja sentía algo de vergüenza por tener una hija con algún problema mental y que Natalia era una “incomodidad” dentro del plan familiar que habían armado.

Con el avance de la investigación, también salieron a la luz las infidelidades dentro del matrimonio y esta situación particular se alineó con la teoría del conflicto familiar como desencadenante de la tragedia.
“Es una barbaridad desde el punto de vista lógico, con ese criterio toda infidelidad lleva a un filicidio”, destacaba en aquel momento la defensa de Fraticelli. El hermano de Natalia, Franco, también defendió a sus padres.
Lo hizo tres semanas después de que la encontraran muerta. “Si la hubieran matado ellos, la habrían dejado morir de una enfermedad y no habrían pasado por todo esto”, sostuvo el joven, y afirmó que sus padres siempre los cuidaron (a sus hijos) como si estuvieran “en una cajita de cristal que ellos eran incapaces de romper”.
La decepción amorosa
“Natalia había sufrido una decepción la noche anterior (a su muerte)”, contó oportunamente a este medio el abogado que defendió a Fraticelli, Carlos Edwards. En ese sentido, detalló que la adolescente había tratado de asistir a un cumpleaños de 15, al cual no había sido invitada y le negaron la entrada.

Pero además, se había enterado de que el chico que le gustaba, el que creía que le respondía cada una de las cartitas de amor que le enviaba, en realidad nunca se había fijado en ella.
“Las que escribían esas cartas eran sus amigas, haciéndose pasar por el supuesto pretendiente como un juego”, precisó el letrado. Ese, consideró el letrado, podría haber sido el detonante que la precipitó en una profunda depresión y la llevó a tomar los medicamentos de su abuela sin saber que estos estaban contraindicados para personas que, como ella, hubieran tenido meningitis.
Marcha y contramarcha de la Justicia
Lo cierto fue que la policía no encontró rastros de que alguien hubiera forzado las puertas o ingresado a la casa familiar, en la que solo se encontraban al momento del hecho la víctima y sus padres.
Después, cuando el perito judicial Luis Pettinari reveló que Natalia tenía roto el hueso hioides de su cuello apuntando a un estrangulamiento como causa de la muerte, el círculo de sospechas se cerró.
El juez de Melincué, Carlos Rizzo, ordenó la detención de los padres de Natalia y a los pocos días los procesó para finalmente condenarlos a prisión perpetua dos años más tarde por homicidio doblemente calificado por el vínculo y la alevosía.

Aunque el fallo fue confirmado en todas las instancias de la justicia santafesina, la defensa de Fraticelli y de Dieser logró determinar que los jueces que los habían sentenciado eran los mismos que habían intervenido en las apelaciones del proceso, algo que es inconstitucional.
Además, se descubrió que los antidepresivos podían causar un paro cardíaco en Natalia debido a su condición de salud.
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Para ese momento, ya se sabía que el médico forense había cometido un error: el hueso hioides se fracturó durante la manipulación del cuerpo post mortem. La equivocación fue determinante, ya que la supuesta fractura fue considerada una evidencia clave para sostener la hipótesis del ahorcamiento.
Ante el nuevo escenario, la Corte Suprema revocó la sentencia y ordenó revisar toda la causa. En 2006, Fraticelli y Dieser volvieron a enfrentar un Tribunal de cinco abogados, no jueces, para que los juzguen de manera imparcial.
Y resolvieron: dos votos de esos cinco afirmaron que Natalia se había quitado la vida, otros dos sostuvieron la hipótesis del homicidio, aunque sin poder confirmar quién lo cometió y el quinto se abstuvo de opinar.
El matrimonio fue excarcelado entonces y, en 2009, la Justicia los absolvió. En 2016, la Corte Suprema dejó firme la absolución de Fraticelli.

Graciela Dieser, devastada por el dolor y ya separada de Fraticelli, intentó seguir adelante con su vida en Rafaela, pero se suicidó en 2012. Dejó cartas expresando su deseo de reunirse con su hija.
La vida después de la tragedia
Fraticelli sigue viviendo en Rufino, el pueblo que fue testigo de su caída y resurgimiento. “Se jubiló como juez, pero sigue ejerciendo como abogado”, confirmó Edwards en otra entrevista con TN.
Además, el exjuez rehizo su vida junto a Norma Tejedor, una psicóloga que conoció mientras estuvo preso. Juntos escribieron un libro sobre su experiencia.
“La noche que murió Natalia tuve sexo durante cuatro horas”, fue una de las frases que más impactó del libro de Carlos Fraticelli, “Divina Justicia, el cielo lo sabía”.
La muerte de la adolescente marcó un antes y un después en el Sistema Penal de Santa Fe. Sin embargo, a 25 años del hecho, la pregunta crucial sigue sin respuesta: ¿Natalia se mató o la mataron?.