Los perros poseen entre 200 y 300 millones de receptores olfativos en la nariz, frente a los escasos cinco millones de los humanos. Esta diferencia les permite detectar sustancias y cambios fisiológicos imperceptibles para otras especies, incluidos nosotros.
Su habilidad para oler feromonas y otras señales químicas es tan precisa que ya se los emplea para detectar enfermedades como migrañas, cáncer y hasta variaciones hormonales. Incluso se ha demostrado que algunos perros pueden identificar el cáncer de ovario y anticipar ataques de epilepsia o caídas de glucosa en personas con diabetes. Esta sensibilidad extraordinaria convierte al olfato canino en una herramienta diagnóstica complementaria en varias ramas de la medicina.
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“Para ellos, es una forma de vida”, afirma Vernard Hodges, veterinario del Hospital Veterinario Critter Fixer en Bonaire, Georgia. “Los perros tienen un olfato excepcional, y ese olfateo en la entrepierna es solo una herramienta más que usan para conocernos”.
Entre olores, feromonas y comportamientos naturales
La razón por la que un perro huele la entrepierna humana está relacionada con la alta concentración de glándulas sudoríparas apocrinas que liberan feromonas en zonas como las ingles o axilas. Estas señales químicas, imperceptibles para el ser humano, ofrecen información emocional y fisiológica.

“Cuando una mujer está menstruando, estoy segura de que desprende feromonas”, explicó Kirstin McMillan, entrenadora de animales de tercera generación en Los Ángeles. Además, situaciones como el posparto, la ovulación o una relación sexual reciente también modifican el perfil químico que los perros pueden detectar. Por eso, incluso cuando conocen a una persona, los perros pueden acercarse a olfatear si notan que algo ha cambiado. Algunas conductas como robar ropa interior también responden a esta búsqueda de información.
Una conducta natural que no debe reprimirse
“Los perros buscan información del entorno constantemente, así que es completamente normal que olfateen todo aquello que les resulta interesante, incluida nuestra entrepierna”, asegura Elena Torrens, educadora canina. Esta búsqueda de datos forma parte de su comunicación instintiva. De hecho, los perros también se huelen entre sí en zonas anales y genitales para identificar estados emocionales, jerarquías y condiciones reproductivas. Como explica el biólogo Marc Bekoff, especialista en comportamiento animal de la Universidad de Colorado (EE.UU.), los perros incluso pueden reconocerse a sí mismos por su olor.
Las feromonas juegan un rol clave en este proceso. Las hembras lactantes secretan feromonas para calmar a sus crías, y los perros también marcan con orina, heces o patas para dejar su huella química. Reprimir este tipo de conductas no solo es innecesario sino que puede generar confusión o frustración en el animal. En todo caso, se puede redirigir su atención con comandos positivos o presentaciones progresivas cuando llega un invitado.