Jujuy es una provincia repleta de atractivos turísticos, algunos de ellos mundialmente famosos, como el Pucará de Tilcara, la Garganta del Diablo, el Cerro de los Siete Colores en Purmamarca y el asombroso Hornocal. Sin embargo, sería un error pensar que el turismo jujeño llega hasta ahí. También cuenta con pintorescos pueblos en zonas menos concurridas. Ese es el caso de Alto Calilegua, un poblado enclavado en medio de las increíbles yungas y perdido entre la altura de las montañas y las nubes, que allí parecen estar más cerca de la tierra.
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Este mágico asentamiento se ubica a 3000 metros sobre el nivel del mar, en una región en la que la selva se transforma en una inmensa pradera. En ese claro que deja la espesa vegetación de las yungas, uno de los ambientes protegidos con mayor biodiversidad del territorio argentino, se erige Alto Calilegua, un lugar que resiste al paso del tiempo y a la modernidad, y un destino inmejorable para aquellos que viajen en busca de desconexión urbana y de o con la naturaleza.
Alto Calilegua, el pueblo en el que nacen las nubes
Construido en una gran pradera a varios metros de altura y con impresionantes vistas al Cerro Hermoso, Alto Calilegua se destaca por contar con unos paisajes montañosos únicos. Allí las nubes parecen casi tocar el suelo, y la disposición de sus casitas hacen que parezca un poblado salido de un cuento de hadas. Llegar hasta ahí arriba es bastante complicado y se recomienda viajar con algún guía que conozca el terreno.

El punto de partida es en San Francisco, una localidad situada a 1500 metros de altura. Sólo se puede llegar a pie o a caballo a través de un sendero de montaña que demanda una caminata de hasta 12 horas. El camino serpentea a través de la selva montana y desemboca en el bosque para luego dar con la bella pradera de altura en la que se construyó la localidad. La travesía, que se extiende a lo largo de 18 kilómetros, regala un espectáculo natural único, con paisajes que cambian a cada paso.
Un pueblito de apenas dos habitantes
La historia de Alto Calilegua es la de miles de pueblos del interior de Argentina que florecieron hacia mediados del siglo XX hasta que sus habitantes migraron a localidades urbanas en busca de trabajo y otras comodidades. En la actualidad sólo viven dos personas allí. Se trata de Betty y su esposo Tito, quienes les brindan hospitalidad en su propio hogar a los viajeros que llegan hasta esas latitudes. Las visitas son recibidas con mate cocido y pan casero.
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El silencio en ese pueblito de altura es casi absoluto, únicamente interrumpido por el canto de los pájaros y el sonido del viento. En el lugar hay cerca de 25 viviendas de adobe distribuidas en la ladera de la montaña, todas ellas abandonadas hace décadas. Hay un colegio y una sala médica, ambos en desuso, que resisten como testimonio de un destino que décadas atrás fue el hogar de muchas familias. A su vez, hay una iglesia que se puede visitar y un molino comunitario que aún hoy se sigue utilizando.

Es importante remarcar que este lugar no ofrece servicios básicos ni negocios, por lo que es fundamental ir preparados con provisiones.
Un entorno natural impactante
Alto Calilegua se encuentra en el corazón del Parque Nacional Calilegua, una de las reservas de yungas más grandes del país, con 76.000 hectáreas de selva montañosa. El parque alberga una rica biodiversidad, ya que es el hogar de varias especies en peligro de extinción, como el yaguareté, el tapir y el oso hormiguero. Quienes se acerquen hasta ahí pueden explorar el Sendero Intercultural Guaraní, que ofrece una experiencia única que combina naturaleza y cultura.
El pueblo, en tanto, es un paraíso natural inmejorable para los amantes del trekking y de la observación de la naturaleza. Sus miradores regalan impactantes vistas de los cerros linderos y del cielo abierto, a través del cual se suele apreciar el majestuoso vuelo de los cóndores andinos.